La creatividad de las alumnas de 1º y 2º de liceo nos volvió a cautivar en el Concurso de Cuentos. PLANALTO INC. de Valentina Mailhos, nos mantuvo en vilo durante la entrega de premios. Fue el ganador. Les sugerimos que no dejen de leerlo...

 

PLANALTO INC.


Todo empezó una cálida tarde otoñal en marzo. El sol se ocultaba sereno en Osorno, a orillas del río Rahue, entre las sombras de los árboles. La casa de la familia Araya era una casa típica colonial, como todas las demás en la provincia, tenía techo de tejas a dos aguas, dos plantas y jardín al frente y atrás. Eugenia Araya vivía en un barrio tranquilo en las afueras de la ciudad, con sus padres, Carlos y Elvira y sus hermanos, Julieta de quince años, Alfonso, su hermano mellizo de trece y Mateo de diez. Tenía, como Alfonso, trece años, era alta para la edad, de pelo castaño, grandes ojos verdes, de carácter extrovertido pero dulce y amable, además, muy inteligente.


Esa tarde, Eugenia estaba sentada tratando de que sus ideas se plasmaran en un trabajo de Historia, cuando apareció la primera señal de lo que pasaría después. Al comienzo creyó que su vieja computadora tenía alguna falla porque la pantalla quedó en blanco y comenzó a parpadear. Trató de solucionarlo pero de repente las teclas empezaron a pulsarse y apareció una reiterativa frase, que se repetía y se repetía: "¡Váyanse, váyanse de la casa!".


Pensando que era una broma de Alfonso o de Mateo no le dio importancia. Al rato todo volvió a la normalidad y finalizó sin problemas el trabajo para la Señorita Ruizmoro. Pronto se olvidó del incidente y a la hora no era sino un vago recuerdo.


La familia cenó como siempre toda junta en la planta baja y luego se fueron a dormir. Eugenia se quedó despierta hasta tarde hablando con Julieta sobre el trabajo que había terminado sobre el Museo Histórico Municipal y sus exposiciones sobre la cultura mapuche, los orígenes coloniales de la ciudad y la colonización alemana.


Esa madrugada, algo la despertó, aún somnolienta sentía una luz incandescente en la cara que le molestaba. No entendía qué pasaba y no lograba abrir los ojos porque se encandilaba. De pronto, una sombra que se asemejaba a una figura humana se proyectó en la pared, intentó tocarla y le murmuró: "¡Váyanse mientras puedan, váyanse de la casa!".


Asustada saltó de la cama y corrió al cuarto de sus padres llorando. Todos se despertaron con los gritos de Eugenia. Carlos y Elvira la consolaron hasta que se calmó y se durmió.


A la mañana siguiente, entre risas, comentaron en el desayuno que no habían podido dormir tranquilos por las pesadillas de Eugenia, los ruidos de la compañía de gas cuyos operarios habían trabajado toda la noche junto a la casa y el ladrido de los perros de los vecinos extrañados por el movimiento de los obreros.


La mañana transcurrió tranquila, como siempre en Osorno, y la rutina le fue ganando al desasosiego. Sin embargo, al volver a la casa algo extraño ocurrió que los sorprendió a todos. La casa estaba inmaculada, la puerta de calle estaba cerrada con llave pero junto a la puerta estaban todas las valijas de los Araya perfectamente ordenadas y la ropa dentro de ellas. Cada valija con la ropa de cada integrante de la familia perfectamente doblada. Carlos recorrió la casa sigilosamente aunque todo estaba en silencio y en calma. Llamaron a la policía, interrogaron a los vecinos y a los obreros por si habían visto algo pero como no les faltaba nada, nada se podía hacer...


Ante la desazón existente, Elvira sugirió ir a la Plaza de Armas, ver la piscina con iluminación multicolor, el canelo de 1938 plantado por Gabriela Mistral e ir a misa en la catedral de San Mateo, de estilo ojival y excelente acústica. Su sugerencia recibió el beneplácito de todos. Y además, después comieron charquicán y turrón frío de limón en Fogón Copahue.


Llegaron a la casa más tranquilos y se fueron a acostar. Eugenia y Julieta se entretuvieron con los celulares. Eugenia estaba hablando con una amiga cuando el celular comenzó a vibrar y en la pantalla apareció la figura traslúcida nuevamente. Se miraron unos segundos sin hablar y luego las palabras tan temidas: "¡Váyanse de acá, váyanse de la casa!".


Eugenia con un grito desgarrador llamó a Julieta: "¡Vení Juli, está en mi celular!". Julieta bajó de un salto de la cucheta y tomó el celular de la mano de Eugenia y lo tiró al piso.


Cuando entraron todos corriendo ya no había nada... Esa noche otra vez se durmieron angustiados y cansados.


El desconcierto ganaba el corazón de todos los Araya. Eugenia tenía miedo, no entendía qué les estaba pasando ni cuál era la razón. Pensando en eso volvió a su rutina diaria pero le fue imposible concentrarse, continuamente pensaba en lo que le había pasado. Las horas en el colegio fueron un suplicio.


Por ello, esa tarde, Carlos decidió llevar a la familia a pasear al Parque Chuyaca a orillas del río Damas, y visitar el Parque Pleistocénico, que tanto le gustaba a Mateo, con sus esculturas de réplicas de la megafauna que habitó la zona del sur de Chile hace más de doce mil años. Luego fueron a comer cazuela nogada y mousse de aguacate y mazamorra a Caserón Freire. Fue una velada alegre y relajante.


La llegada de los Araya a la casa esta vez fue muy distinta y aterradora, estaba todo tirado y revuelto, los muebles, los cuadros, las lámparas, la vajilla... Lo único que no había cambiado eran las valijas perfectamente ordenadas con la ropa prolijamente doblada junto a la puerta. Otra vez la policía, otra vez los interrogatorios, ¡¡y otra vez nada!!


Eugenia no quiso subir a su cuarto y permaneció sentada en la planta baja con Alfonso. De pronto quedó petrificada, el corazón le latía desbocado y le temblaban las manos...la imagen translúcida de lo que parecía el rostro de una adolescente la miraba fijamente en el espejo de la sala detrás de Alfonso. Incapaz de emitir ningún sonido se miraron fijamente unos largos segundos que parecieron eternos mientras Alfonso hablaba indiferente a todo. En ese momento la figura comenzó a hablar: "¡Váyanse de acá, váyanse de la casa!".


Alfonso saltó del sillón y espantado se dio vuelta apenas para ver como la figura traslúcida se perdía en el espejo. Corriendo, abrazó a Eugenia y buscaron a sus padres que no terminaban de creerles...


Inesperadamente se encendió la televisión y la figura translúcida se presentó ante la asustada mirada de toda la familia, gritando cada vez más fuerte: "¡Váyanse ahora, váyanse ya, corran, corran!".


Se quedaron mirándola fijamente. Empezó a soplar como un viento fuerte que los empujaba a todos hacia afuera. Todos estaban aterrorizados. De pronto, Carlos abrió la puerta principal y les ordenó a todos salir. Corrieron por el jardín hasta la calle y en ese momento se sintió la explosión.


El cielo se tiñó de rojo y amarillo y el ruido fue ensordecedor. La onda expansiva los arrojó al pavimento. Se golpearon pero salieron ilesos. Se abrazaron llorando y vieron cómo se desplomaba su casa en una nube de escombros.


Entre las llamas que se elevaban silenciosas, los Araya pudieron ver la figura traslúcida que lentamente se iba evaporando en la noche. Se quedó unos segundos en el aire y desapareció...


Por un momento todo quedó en un terrible silencio hasta que a lo lejos se empezó a sentir el ulular de las sirenas de los bomberos.


Enseguida la calle se llenó de los obreros de la compañía de gas con sus camionetas blancas con el logo de la firma Planalto Inc. que llegaban a controlar la pérdida que había ocasionado la explosión. Una fuga de gas por rotura de un caño conductor en la tubería principal, rotura por perforación incorrecta de Planalto Inc. La única casa afectada fue la de los Araya, no hubo víctimas ni otros daños en otras casas. Planalto Inc. se hizo cargo de la reconstrucción total de la casa, de lo necesario para el hogar, de los artículos personales de cada uno y le pagó a la familia Araya una indemnización por daños y perjuicios.


Fue un accidente imposible de predecir, menos con tantos días de anticipación. Si la familia se hubiera quedado dentro de la casa no hubiera sobrevivido a la explosión. Increíblemente la figura traslúcida los había salvado a todos.


Nunca se supo quién o qué era la figura traslúcida ni si habitaba en la casa ni por qué se había contactado con Eugenia ni cómo sabía de la explosión ni por qué había ayudado a los Araya...


Las respuestas como en todos los casos extraños e inexplicables son difíciles de dar... a veces hay que ver para creer pero otras veces se cree sin ver. ¿Ustedes... creen en fantasmas?

Valentina Mailhos

2º de Liceo

 

El Concurso de Cuentos comenzó a realizarse en el colegio hace siete años con el objetivo de estimular la creatividad y las habilidades de comunicación escrita de las alumnas de 1º y 2º de liceo. "Una historia de fantasmas" fue el tema asignado por las docentes para el concurso en el que fueron también premiadas Clara Lenguas, Manuela Olivera y Victoria García Pintos.